Elche CF | CONTRACRÓNICA
Muerte dulce
Noventa minutos en el Santiago Bernabéu son "molto longo". No importa que ganes, empates o pierdas. El campo se hace grande y la presión va más allá del hilo musical de la grada o de la exigencia del rival sobre el terreno de juego. Demasiados indios para tan pocos vaqueros pero, sobre todo, la sensación de que aunque las aguas bajen tranquilas el Real Madrid CF te va a acabar matando como si de una fuga de monóxido de carbono se tratara en una noche gélida.
La muerte dulce llega sin darte cuenta. El Elche CF no ha entrado como debe en el Bernabéu en un partido del que ha salido peor. Tampoco ha merecido al descanso un resultado tan abultado como el que ha reflejado el luminoso. El problema llega cuando en Chamartín se conjugan todos los verbos en una misma dirección. Los detalles marcan y matan. Más aún cuando la calidad desequilibra balanzas. El runrún acaba convirtiéndose en grito y los goles van cayendo sin remedio, y sin solución, como se acaba una tarde de verano.
Cuando no te dan opción, poco puedes hacer. Ni siquiera pretender ser valiente puede ser un justificante para pensar que tu suerte pudo ser otra. Porque cuando te lo crees, el zarpazo te despierta y te caes de la nube. La muerte dulce te envía al hoyo. El fútbol no va de lo que pudo ser sino de lo ha sido. El Santiago Bernabéu exige muchas cosas que el Elche CF no tiene, y menos todavía está versión del equipo franjiverde, colista hundido de Primera División.
No se le pueden pedir peras al olmo ni pasar de cero a cien. Tampoco de cien a cero. Una derrota en la Casa Blanca nunca puede ser el termómetro con el que medir la temperatura de un equipo que tiene su guerra en otros escenarios y ante otros rivales. No es tu Liga ni se le parece. Está a años luz y debe entenderse, más allá de que hay formas y formas de perder un partido. Borrón y cuenta nueva. La visita a un dentista ha pasado, ahora vienen otros en donde te juegas la vida.