Elche CF | OPINIÓN
Sí que pasa…
No es fácil ser del Elche CF. El fútbol no se vive igual cuando tienes una franja verde pintada atravesando en horizontal el corazón. El maltrato arbitral al que está siendo sometido el equipo ilicitano ha puesto el listón tan alto que uno ya empieza a dudar de lo que siempre ha defendido. Nunca he creído en las conspiraciones, sobre todo cuando hay que combinar tantos elementos en una balaza para que el peso de la injusticia caiga en tu lado. La temporada pasada fue un gran ejercicio de resistencia ante las teorías que circulan de manera libre y sin freno por las barras de bar que ahora se llaman redes sociales. Algunos las superamos, otras siguen anclados en ellas. No les quito el derecho a pensar y creer en ellas. Es su derecho y hay que respetarlo. Pero lo de Mestalla riza el rizo. La explicación la tengo clara, el nivel arbitral en Primera División es muy bajo. Son muy malos. Alguno se salvará y el malo tendrá de vez en cuando sus buenos momentos como el que no es tan malo disfrutará de tardes tranquillas, pero como los equipos, la regularidad y el césped no engañan a final de curso.
Pulido Santana no puede volver a arbitrar un partido de Primera División en lo que resta de temporada. Tampoco debería hacerlo en una categoría inferior. El descenso de división es el premio de consolación que reciben los malos colegiados, que siguen trabajando un peldaño más abajo, como si el fútbol y sus normas fueran distintos y el nivel arbitral no influyera. Y digo que no puede arbitral porque la ventaja en una acción es lo más básico que puede haber en el fútbol. El error a la hora de aplicarla es directamente proporcional al castigo que se debe recibir. No es la primera, ni la última ocasión (teniendo en cuenta el nivel), en la que se da una acción como la de Mestalla. Alguno pensara que Pulido Santana ha tenido mala suerte porque la jugada ha terminado en gol. Error. La mala suerte la ha tenido el Elche CF. No me importa parecer cruel en un mundo que mueve tantos millones de euros como millones de pasiones. El que no esté preparado para asumir y soportar la presión que se marche a su casa o se dedique a su profesión.
Tampoco me duele decir que no entiendo el mensaje de Pere Milla. El catalán se ha convertido en un icono de la deportividad y el juego limpio para el mundo del futbol que no sabe qué pasa en el Elche CF. Es muy fácil poner altares desde fuera cuando se vive ajeno a la realidad franjiverde. El catalán se destapaba tras el partido con una retahíla de frases pegadas al más puro estilo colage de niño de parvulitos con una conclusión. “No pasa nada”. ¿Cómo no va a pasar nada? No pasaría nada si fuera la primera decisión arbitral polémica de la temporada pero resulta que llueve sobre mojado durante las últimas tres campañas. No pasaría nada si no fuera porque el equipo es colista de Primera División y no sabe todavía lo que es ganar. No pasaría nada si no fuera porque en el fútbol nadie te devuelve lo que te han quitado. Todos nos equivocamos pero una cara de putada no puede servir de atenuante para maquillar un error. Si que pasa, y mucho. Pasa que por dos puntos un equipo puede descender, que por dos puntos un futbolista puede ver rebajado su salario en una categoría inferior, pasa que un entrenador puede perder su puesto de trabajo, pasa que una afición acaba harta de que su equipo sea el centro de la diana del estamento arbitral. Si que pasa. Y pasa más aún que te sepa mal por él.
“Un punto con sabor amargo”, Contra todo nos tenemos que hacer fuertes”, Una vez más, no dejaron que fuese suficiente con el trabajo del equipo”. Raúl Guti, Edgar Badía, Josan Ferrández. Son sólo tres reacciones ante un error humano que tira por la borda todo el trabajo de una semana y puede tirar por el retrete una temporada. Restarle importancia no es sinónimo de deportividad ni lección de juego limpio. Es no saber medir tus palabras. Respeto el mensaje de Jorge Almirón. El entrenador argentino resume la situación. Uno puede entender el error, lo que no puede entender es que se cometa. “Fútbol profesional”. Se puede decir más alto pero no más claro. Y mientras el club franjiverde sigue anclado en su mundo de algodón de azúcar en el que prefiere que sean empleados, futbolistas, aficionados y periodistas los que alcen la voz y caldeen el ambiente mientras Christian Bragarnik mira al horizonte desde el ventanal de su despacho. Quejarse no sirve para nada, sólo para demostrarle a tu afición que la escuchas, entiendes y defiendes. Sólo para eso, para que sí que pase algo cuando los árbitros te maten.