El efecto mariposa
El suave aleteo de una mariposa puede provocar un huracán en el lado opuesto del planeta Tierra. El efecto mariposa, la teoría del caos. O lo que es lo mismo, cómo algo tan insignificante puede cobrar tal magnitud, hasta el punto de desordenar las piezas del puzzle. Un proverbio chino que no debe pasar por alto, menos aún ante las circunstancias que están marcando la cotidianidad de la Humanidad durante estas semanas. Quién nos iba a decir que un virus, tan pequeño como letal, iba a cambiar las normas de la civilización, hasta el punto de hacer temblar las reglas del juego.
Espero, y cruzo los dedos, que unas cuantas décimas de diferencia entre porcentajes que marcan la frontera entre la viabilidad y la justicia, de una dirección general y una plantilla de jugadores, no sea suficiente efecto mariposa para que, con su suave aleteo, pueda revertir el caudal de un río que transcurría firme y seguro hacia la desembocadura del éxito deportivo. Nada, ni nadie, hace pensar que un puñado de euros puede echar por la borda el trabajo de todo un año. Pero el fútbol es fútbol, y los futbolistas, personas.
Valga está opinión para pregonar mi total confianza en un grupo de profesionales que, en algunos casos, ha sabido hacer de tripas corazón para enmendar errores, tragar orgullo y comer polvo, para virar el rumbo de la nave y pasar de la depresión a la euforia. Del fracaso que significaba quedarse en Segunda División B, a ascender a la heroica, y de manera casi inmaculada, a Segunda División. Un grupo que, a pesar de los golpes y las guerras externas de directivos más preocupados por empaquetar el Club al mejor postor, consiguió centrado y aislado su permanencia.
Un grupo que está temporada ha querido, pero no ha podido, alcanzar un acuerdo para, de los males el menor, poder salvar una parte de sus sueldos. Bien por beneficiar a empleados, bien por beneficiarse a sí mismos (que en su derecho como trabajadores también están), pero sin posibilidad por la firme mano que mece la cuna económica en el Martínez Valero. Yo entiendo a las dos partes. Comprendo que Patricia Rodríguez hable de viabilidad, solvencia y sostenibilidad; pero también entiendo que Gonzalo Verdú lo haga de justicia y defensa de los derechos laborales de una vida profesional tan corta como la del futbolista.
El problema aquí, aún así, no es que yo entienda o no entienda el mensaje de las dos partes, el problema es que no se entiendan entre ellos. Qué no hablen el mismo idioma cuando economía y deporte deben de ir de la mano en una empresa futbolística. Tan importante es la gestión como que el balón entre. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Con jugadores descontentos que difícil va a ser ganar partidos y generar ingresos, tanto como no tener ingresos que dibujen sonrisas cumpliendo con los pagos correspondientes a las nóminas.
Sólo espero que ese aleteo que gira en torno a una diferencia porcentual se quede sólo en una cifra dibujada y emborronada sobre un papel. Qué el efecto mariposa sirva para batir alas y llevar en volandas a un equipo que se lo merece todo, en lugar de generar ese huracán que se lleve por los aires todo lo que se ha conseguido. El fútbol no son matemáticas y, por mucha calculadora que se saque para cuadrar el balance de cuentas, no hay mejor superávit que una jugada en equipo que acaba en gol, ante el rugido de júbilo de la grada.