¿Miedo al fútbol?
¿Os habéis preguntado cómo será el fútbol post crisis sanitaria del covid-19? ¿Habéis pensado cómo se adaptará el deporte del balompié cuando el virus, en ese intervalo de tiempo en el que pueda volver a sembrar el miedo, regrese mientras no se encuentra una vacuna que controle la enfermedad? No voy a ser ni apocalíptico no tremendista, sólo os voy a dar unas pinceladas de mi sentir.
Tengo claro que al coronavirus se le gana con cada paso que se da en busca de la 'nueva normalidad' y que, caer de rodillas ante el miedo a recuperar la cotidianeidad es la peor herencia que nos puede dejar esta pandemia. Se debe hacer desde el sentido común y la prudencia. Siempre es mejor prevenir que tener que curar y, ver cómo las medidas se han flexibilizado, no debe ser un motivo de relax, más bien de ilusión y refuerzo de la moral.
Volviendo al fútbol, no nos perdamos. ¿Cómo volver a jugar sin el subconsciente martillando con el covid-19 como hilo musical? Soy el primero que considero el regreso del balón al césped como lo más importante de lo menos importante, pero soy consciente de lo que mueve la pelotita cada vez que echa a rodar, no sólo a nivel emocional sino también a nivel económico. He dejado mi opinión, sobre el rol del fútbol y el futbolista en la sociedad, muy clara en anteriores artículos. Sigue siendo la misma.
Ellos no tienen la culpa de que se les compre test, pero no por ello es innegable que otros los necesitan más. Que espabile el Gobierno cómo ha espabilado LaLiga. Tampoco tienen la culpa de esta crisis y tener que cobrar, en algunos casos su salario del Estado. Nadie les valorará cuando regalen hora y media de alegría o de tristeza, cuando salten al verde para defender la camiseta, pero siempre quedarán marcados como peseteros o insolidarios. Así es esta sociedad que ni en una pandemia ha sabido, en algunos casos, quedarse encerrada en su casa.
Sanitarios, agentes del orden o empleados de supermercado. Ninguno rehuye del contacto físico cuando es necesario, siempre con unas medidas de seguridad claras y definidas. El futbolista tampoco podrá evitar el choque, el marcaje al hombre, agarrón en un saque de esquina, cabezazo en busca de un gol o la patada en una internada por la banda. Ellos no tendrán guantes, tampoco mascarillas. Test si. Qué menos. Son personas y parece que se nos olvida. Y hago especial hincapié en que se nos olvida.
Me da miedo la facilidad con la que se frivoliza con los seres humanos. Que porque hayan dedicado su vida a darle patadas a un balón se les considere más o menos importantes para el funcionamiento social. Gente que provoca lágrimas de alegría y de tristeza cada fin de semana pero que, en estos momentos tan duros, son enviados al rincón del olvido. Espero que no tengan miedo a volver a jugar. Han nacido para esto y su confianza no debe verde minada por lo que se diga y por lo que se oiga.
Más por el temor a un contagio que nadie puede asegurar, por mucho protocolo o declaración de intenciones, sea infalible. Nadie está seguro al 100%, es imposible. A mí no me gustaría estar en su piel. Dicen que en el pecado va la penitencia. Ser futbolista debe tener sus cosas buenas pero también sus cosas malas. Ojalá la batalla contra el covid-19 nos deje la mejor versión del fútbol y la ilusión por convertirse, no sólo en un motor económico para el futuro, sino también en el interruptor de la ilusión. Es que tenemos tan tocada, pero no hundida, y necesitamos reactivar.